Desde el principio
de los tiempos el ser humano se ha preguntado sobre la existencia de algo
superior y espiritual que nos distingue del resto de los seres vivos. Este “algo”
es lo que llamamos alma y se trata de una parte espiritual e inmortal del
hombre, capaz de entender, querer y sentir, y que, junto con el cuerpo,
constituye su esencia humana.
Los seres humanos
estamos constituidos por millones de células que desempeñan diferentes
funciones y a su vez, forman tejidos que forman órganos. De hecho, todos somos
iguales en cuerpo, somos materia. El alma nos proporciona la facultad de ser
distintos porque cada persona tiene su propia personalidad y la conciencia de
ser quien es.
Por otro lado, cuando
morimos los órganos siguen ocupando el mismo lugar en nuestro cuerpo aunque
hayan dejado de funcionar, mientras que el “ser” ya no se encuentra en dicho
cuerpo. Por lo tanto, debe haber algo espiritual relacionado con el cuerpo que
dé explicación a este fenómeno.
El alma, además de
coexistir con el cuerpo en vida, perdura después de la muerte, por eso, se
puede decir que una parte de nosotros es inmortal. ¿Por qué, sino, cuando un
ser querido muere permanece en nuestra memoria? Gracias a esa facultad que
proporciona el alma de ser distintos unos de otros.
Está claro que hay
algo espiritual que acompaña a lo material, pero ¿cómo se relaciona con ello?
Esta es otra de las preguntas que forma parte del debate y la cual se han hecho
algunos filósofos como Descartes, quien decía que los seres humanos estamos
constituidos por una sustancia extensa (el cuerpo) y una sustancia pensante (el
alma inmortal) y ambas están conectadas a través de la glándula pineal.
La existencia del
alma ha sido y va a ser siendo un tema muy polémico a lo largo de los siglos,
sobre el cual ningún científico, filósofo, antropólogo o las religiones van a
poder formular una teoría exacta.
¿Y qué pruebs hay de su existencia?
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